Se estima que, en California, hay 2.9 millones de niños menores de 5 años, y una cuarta parte de ellos vive en el condado de Los Ángeles.
Las familias dependen de una amplia red de cuidadores, en su mayoría mujeres de color, para ayudar a criar a sus hijos.

Los cuidadores infantiles son educadores que enseñan a los niños a hablar, caminar, leer y procesar grandes emociones. Ayudan a los niños a dejar los pañales e identifican retrasos en el desarrollo. Ayudan a los padres a entender y elegir entre cientos de programas de cuidado infantil subsidiados. Dan medicamentos. Están ahí en momentos de lágrimas y traumas. Cultivan la curiosidad de los más pequeños y responden a los incesantes gritos de "¡Mírame!" con una sonrisa.
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Durante la pandemia, han arriesgado su salud y han asumido costos financieros adicionales para mantener a las familias seguras y permitir que los padres trabajen.
Tradujeron una enfermedad terrible que muchos adultos no podían comprender en "un bichito muy malo" para ayudar a los niños a comprender por qué ya no podían compartir juguetes y por qué tenían que usar mascarilla.
“Lo estamos haciendo todo, nos hemos graduado en la universidad de los imprevistos”, dice Jackie Jackson, cuidadora infantil de South Central Los Angeles. Para que conste, también tiene una licenciatura y más de 20 años de experiencia.
El UC Berkeley Center for the Study of Child Care Employment identificó a 116,800 personas en la fuerza laboral estatal que se dedican al cuidado infantil, pero esta cifra no incluye a todas las personas importantes en la vida de un niño pequeño.
“Lo que no saben es que estamos aquí”, dice Yvonne Cottage, cuidadora infantil de Lancaster. “Muchas veces simplemente nos consideran como la 'babysitter’. Nos ponen la famosa etiqueta de babysitter”.
Cada vez más, algunos expertos rechazan la distinción entre el cuidado infantil y la educación de la primera infancia.
La ciencia nos dice que los primeros cinco años de vida son una época de rápido desarrollo cerebral, tanto para si los niños crecen y aprenden en un preescolar privado, en centros financiados con fondos públicos, en el salón de los vecinos, en la casa de la abuela o en un daycare en casa o en una institución.
“El aprendizaje ocurre durante la exploración”, nos cuenta Sarai Coba-Rodríguez, profesora de desarrollo humano de la Universidad de Illinois de Chicago. "Si tienes un adulto de confianza, que crees que es capaz de protegerte, guiarte y amarte, ahí es donde ocurre una mayor exploración".


Manoja Weerakoon es la directora de un preescolar Montessori en La Habra, pero pasa más tiempo en la oficina que en salón.
“A veces ayudo en el salón de los bebés, cambio pañales”, dice Manoja. "Le digo a la maestra: 'Tómate un descanso, ya cambio yo los pañales'".
Su esposo es el administrador de la escuela y, aunque también tiene la credencial para enseñar, Manoja trata de mantenerlo fuera del salón; los niños lo adoran, dice, por lo que es una gran distracción.

La Habra Montessori es un centro dirigido a familias que pueden pagar por el cuidado infantil de su bolsillo, pero también para familias de bajos ingresos que califican para subsidios del estado. Eso sí, muchas familias pasan semanas e incluso años en la listas de espera.
Un estudio de Advancement Project, una organización sin fines de lucro, reveló que el 51% de los bebés y niños pequeños de Los Ángeles calificaban para el programa estatal de cuidado infantil subsidiado, pero solo el 6% realmente hacía uso de esos programas.
Manoja dice que en lugar de rechazar a las familias cuando no califican para el subsidio, o están atrapadas en listas de espera, optó por rebajar la matrícula o eliminarla por completo.
“Hay situaciones como esa en las que creo que, a nivel comunitario, uno tiene el poder de ayudar a la gente”, dice Manoja.

Cuando Brenda Cruz comenzó en el Providence Saint John’s Child and Family Development Center, observó que los otros maestros tomaban una, dos y hasta tres tazas de café cada mañana.
"Me dije a mí misma: 'Está bien, soy joven, tengo energía para dedicarme a los niños', dice Brenda. "Una vez que empiezas a trabajar con ellos, te das cuenta de que: 'No, en realidad necesito TODA mi energía para trabajar con ellos'".


Cuando habla de sus alumnos, Brenda enriquece sus historias con la jerga del desarrollo infantil. Los ejercicios de escalada y salto son ‘habilidades motoras gruesas’, es decir, movimiento de los músculos grandes.
Caminar en línea recta para recoger la merienda es una oportunidad para enseñar a los niños cómo manejar las transiciones.
“Me gusta verlos crecer”, dice Brenda. "Me gusta verlos progresar, aumentar y mejorar sus habilidades, que algún día los ayudarán a convertirse en seres humanos de éxito y con una vida plena".

Más de una cuarta parte de las plazas de cuidado infantil de California se encuentran en hogares privados. El estado autoriza a estos proveedores de cuidado infantil a cuidar hasta 14 niños.
"Aquí es de donde viene la magia", dice Jackie Jackson, que considera su establecimiento un “centro familiar”, poniendo el énfasis en la palabra "familia".
Susana Alonzo, cuidadora infantil de Montebello, dice que se rige por este dicho: “Uno de mis lemas ha sido no sustituir a mamá”, es decir, considera que no puede reemplazar a una madre.
Pero lo que puede hacer, dice, es ganarse el respeto de las familias, la confianza de que sus hijos se sentirán bien cuidados, protegidos y amados en su casa.
Los cuidadores infantiles de hogares particulares con los que hablamos a menudo hablaban sobre la atención individualizada que pueden brindar a cada niño, incluidos los que tienen discapacidades.
Susana ha cuidado a niños con epilepsia, trastorno por déficit de atención, autismo y problemas cardíacos. Dice que todos estos niños se han cruzado en su camino por una razón.
Susana afirma que no les puede decir “no” a estos niños y que no lo quiere hacer.



Jackie dice que a lo largo de los años ha trabajado con niños con trastornos sensoriales, autismo y retrasos en el desarrollo.
"Siento que cada niño que toca a la puerta de mi casa…hay algo que la divinidad quiere que alcance y saque de ese bebé", señala Jackie. "Así que mi trabajo es salir y descubrir esa cosa".

Una niña que hasta hace poco estaba al cuidado de Jackie no podía hablar. Jackie trabajó con la niña a diario, hacían ver que hablaban por teléfono y jugaban con marionetas, hasta que las palabras empezaron a fluir.
“Es así como nos damos cuenta de que tenemos la capacidad de generar transformaciones”, dice Jackie. "Sabemos que tenemos tiempo para promover el cambio".

El verano pasado, alrededor de 40,000 cuidadores infantiles de California formaron un sindicato después de haber estado en conversaciones durante casi dos décadas.
Los proveedores en al menos otros 11 estados tienen derechos de negociación colectiva, y otros sindicatos de cuidado infantil han logrado salarios más altos, desarrollo profesional y seguro médico para sus miembros.
California’s Child Care Providers United negoció una ayuda de emergencia para sus miembros durante la pandemia. Jackie forma parte del comité que negocia el contrato que determinará las condiciones laborales de los cuidadores infantiles que atienden a familias de bajos ingresos que califican para los subsidios estatales.
“Los cuidadores no comprenden y no se dan cuenta de que tienen una voz”, dice Jackie.

Luz Hernández se apoyó en su madre en México, quien ayudó a cuidar de sus hijas mientras ella trabajaba de maestra.
Hoy es abuela en Koreatown, y cuida a dos de sus nietos mientras su hija Grisel trabaja empacando alimentos.
Luz dice que cantan, bailan y se ríen juntos, actividades para las que no solía tener tiempo con sus hijas cuando eran niñas.


A nivel nacional, el 60% de las familias con niños menores de 5 años dependen de algún tipo de cuidado más allá de los papás. De los que sí lo necesitan, el 41% recurre a familiares, según el National Center for Education Statistics.
Pero no todo el mundo tiene familia cerca. Luz también cuida a los niños de algunas otras familias en su vecindario, algo que comenzó a hacer después de darse cuenta de que había muchas mamás que querían trabajar, pero que tenían dificultades para encontrar a alguien en quien confiar.

Los abuelos son otro par de ojos y oídos que se maravillan ante los hitos del desarrollo.
Recientemente, al esposo de Jane Canseco le preocupaba que su nieto de 2 años, Adrian, no hablara más. Sin embargo, mientras Jane lo cuidaba un día, Adrian la sorprendió.
“Lo escuché decir algo el otro día, y era una frase compleja compuesta de 11 palabras, y todavía no tiene tres años”, dice Jane.

Tres días a la semana, Adrian asiste a una guardería en un hogar al otro lado de la calle de la casa de Jane, en Orange. Luego pasa las tardes en su casa hasta que sus padres salen del trabajo.
Cuando está de mal humor se calma con un bocadillo y un vaso de leche, uno de sus favoritos.
"No tenemos ninguna rutina", dice Jane. "Nunca he podido mantener una rutina". Sus salidas regulares con su nieto incluyen el parque y los establos de caballos cercanos.

“Para mí, así es como deberían crecer los niños. Simplemente en la naturaleza y rodeados de animales”, dice Jane. "Y socializando con alguien".



En más de una ocasión, cuando Melissa Rivera dice que es nanny, la gente le responde: "Oh, ¿todavía estás trabajando de babysitter?" A lo que ella aclara: "No, no estoy trabajando de babysitter, soy niñera".
Hay una diferencia.
“Siempre les digo a los padres, incluso antes de empezar a enseñar: 'No me consideren una extensión de ustedes. Considérenme una extensión de la maestra ", explica Melissa.

Actualmente está estudiando una licenciatura en Educación y ha tomado clases de Nutrición, Disciplina, Desarrollo Infantil y Cuidado del Recién Nacido, donde ha aprendido los pormenores de todas las etapas, desde erupciones cutáneas hasta colchones orgánicos.
"Estoy presente para el crecimiento y el desarrollo, en los momentos buenos y en los malos", dice Melissa.

Comenzó a trabajar para una familia del condado de Ventura con tres niños de 2, 4 y 5 años en octubre. Principalmente, su atención se centra en los niños, que la llaman Mimi, pero ocasionalmente se ocupa de otras tareas domésticas como lavar platos, recoger juguetes y lavar la ropa de la familia.
"¿Te imaginas doblando la ropa interior de tu jefe?", bromea Melissa. Ahora ese tipo de tareas no se le hacen nada extrañas.
"Me motivan los resultados", asegura Melissa. "Así que realmente no me importa hacerlo".




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